jueves, 30 de enero de 2014

¡Oh guionista de los coros!, ¿cómo se escribe un guión coral?

Veamos esta escena de ‘Magnolia’; una de las más frecuentes referencias del cine coral. 


Todos hemos hecho alguna vez un intento, con mayor o menor éxito, de escribir el guión de una película coral. O al menos lo hemos pensado. Estas ideas también han tenido mayor o menor éxito… Generalmente menor, no lo oculten. Aunque no sé si simplemente quiero que todos hayan fracasado en ese sentido como yo. Todos hemos pasado por dicha situación, porque una película coral bien escrita puede significar el que realmente sepamos escribir un guión, y de paso el que nos reconozcan. Es decir, ¡alimento al por mayor para nuestro ego! Lo que lamentablemente (o no) todos queremos después del dinero y el sexo.
Mi amigo El Inquilino me ha pedido que escriba acerca del guión coral, de las películas corales. Trataré de hacerlo armoniosamente, como es ineludible en este tema.
Se supone que ya sabemos qué se requiere para escribir un guión cinematográfico. Lo hemos leído, escuchado y practicado muchas veces. Tal vez algunos estén en eso en este preciso momento. Este espacio nos ha dado muchas luces al respecto, por ejemplo. Así que quienes todavía no estén suficientemente empapados a ese respecto, es mejor que pasen antes por el capítulo anterior, la cartilla anterior o el cursillo anterior, porque el guión para una película coral es una etapa más avanzada de la ingeniería que implica escribir cine.
Estas son las tres primeras acepciones de la primera definición de la palabra “coro” en el diccionario de la Real Academia:
coro1.(Del lat. chorus, y este del gr. χορς).
1. m. Conjunto de personas que en una ópera u otra función musical cantan simultáneamente una pieza concertada.
2. m. Conjunto de personas reunidas para cantar, regocijarse, alabar o celebrar algo.
3. m. En la dramaturgia grecolatina, conjunto de actores que recitan la parte lírica destinada a comentar la acción. Su composición y cometido variaron según las épocas.
Vayamos al grano y seamos claros: la clave del guión de una película coral se resume en la palabra “simultáneo”. La primera definición del diccionario habla de simultaneidad y ésa es la clave. Es importante hablar de claves aquí, porque muchos piensan que por tener varios personajes ya están haciendo una película coral. Sin embargo, tiene que haber sincronía entre la multiplicidad de personajes y de tramas. Pero ya que fuimos al grano, ahora desgranemos.
No quiero hablar de ejemplos en esta sencilla disertación de la que espero más un diálogo, porque creo que los ejemplos en este tipo de temas tienden a hacer que nuestras mentes se cierren en torno a ideas que pueden terminar siendo preconcebidas. Las películas corales no tienen fórmulas definidas, aunque aquí yo trate de desentrañarlas.
Cuando emprendemos la escritura de una película coral, toda nuestra atención debe estar centrada en el equilibrio entre personajes y tramas. Debemos comprender que la intención profunda de una historia coral (de un coro en realidad, como lo vimos en la definición de la RAE) es la de explorar las profundidades de las relaciones humanas y su efecto en la individualidad de los seres humanos. No se puede iniciar la escritura de un guión coral sin asimilar este asunto; yo diría que es necesario hacerlo algo personal, interno y, si es posible, hasta espiritual.
Las conexiones emocionales trascendentes que hacemos con las personas, terminan siendo nuestra vida misma. El pequeño tejido de relaciones al que pertenecemos, ya sea por elección o por azar, hace de nosotros lo que a fin de cuentas terminamos siendo. Digo esto, porque creo que es importante pensar en la trama como una relación bien elaborada de la trayectoria de los personajes. Es importante saber cómo van a interactuar estos personajes en la historia. De hecho, no estaría de más darle una buena leída al concepto del Efecto mariposa, porque nuestro coro va a quedar mejor si la pequeña y tal vez insignificante acción de uno de nuestros personajes puede significar el giro definitivo en la trayectoria de nuestro personaje que esté al otro extremo de nuestro tejido de ficción.
Y si le da por una zambullida en la teoría de los Seis grados de separación, no se detenga. La idea de que estamos a seis personas de distancia para estar conectado con cualquiera en el mundo en la realidad (no virtual) es una idea muy conveniente para escribir una historia coral. No sobra tampoco que veas a tu abuela coser; no sobra para pensar en las tramas de un coro, ni de ninguna otra historia. Y no estoy bromeando. Un poco, pero básicamente hablo en serio.
Los personajes de un guión coral tienen que ser contundentes y no excesivamente complejos. Deben estar bien definidos y estar marcados por un rasgo determinante. Tiene que ser fácil ponerles un apodo o una etiqueta. Un guionista que escribe una película coral tiene que ser capaz de etiquetar a toda esta gente como señora prejuiciosa de barrio. Como en peluquería. O en su defecto, como especialista adolescente del bullying. Los personajes de un coro tienen que ser definitivos, particulares, únicos. Tienen que tener el pecho atravesado por una huella de dolor profunda (como diría Ximena Escalante). Deben estar heridos hasta donde más se pueda. Hay que tener cuidado con algo: que sean fáciles de etiquetar no quiere decir que deban ser estereotipos. No necesariamente. Si la pereza es probablemente el gran pecado de cualquier escritor, en este caso es un pecado imperdonable. Los personajes aquí tienen que ser más atractivos que nunca, porque van a compartir alrededor de dos horas de película con varios más. Tiene que ser memorable. Un paciente memorable para Sigmund Freud. Tienen poco tiempo para quedar en la retina y en la memoria.
La idea tiene que ser global, colectiva. Hay que pensar en un fenómeno, de cualquier tipo. Tiene que existir una fuerza en el escenario planteado que directa o indirectamente detone las acciones en la historia, ya sea por una reacción en cadena (otra consulta que no sobra) o por la afectación simultánea (palabra clave) de los personajes. Esta fuerza debe ser el célebre suceso desencadenante del que hablan los manuales. El que va a sacar a nuestros héroes de la comodidad de sus traumas encubiertos en este caso.
Al pensar en los diálogos, hay que pensar en subtextos, no en diálogos. Bien saben ustedes que los diálogos deben tener subtextos; pues aquí debe ser más subtexto que texto. Aquí los personajes tienen prohibido ser explícitos cuando hablan. Estos personajes tienen que ser maestros del sarcasmo, de la ironía, de los puñales orales (sin albur). Tienen que rogar sin rogar, tienen que desear sexualmente mientras hablan del cuidado de las aves de corral. Tienen que odiar hasta desear la muerte del otro mientras hacen un pedido en la ferretería. Para mí, un personaje de un coro no puede decir te amo con su propia voz física. Tiene que decirlo al decir “gire a la izquierda” o “prefiero las cobijas térmicas”. El que dirige el juego de la lotería tiene que poder decir un poema de amor o invocar al diablo mientras trabaja.
Yo aconsejaría desde mi humilde opinión, sin pasar antes por un buen corto de personaje, no se metan en esto si no han escrito una linda y sencilla historia de diez minutos. Y también aconsejo que vean a los payasos malabaristas equilibrando platos...


 ...porque eso es lo que tendrán que hacer (escuchen también al payaso guía). Y de nuevo, como con el tejido de la abuela, no estoy bromeando.

Escrito por el guionista colombiano, egresado del CCC, Juan Sebastián Muñoz 

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