miércoles, 26 de junio de 2013

El tibio 2do Encuentro de Escritores Cinematográficos. Parte 1

Me recuerdo a mí misma en el I Encuentro Iberoamericano de Escritores Cinematográficos. Yo tenía dos años de haber salido del curso de guión del CCC y mi carrera de guionista aún estaba en ciernes, al menos ésa era mi percepción de entonces; percepción que no ha cambiado mucho, porque cuanto más escribo más crece la sensación de que mi carrera apenas está por comenzar.

En ese entonces mi proyecto principal era un largometraje documental y el productor trataba de ver la manera de rebajar e incluso eliminar del presupuesto el pago del guión y sólo pagarme como directora. En la semana del Encuentro, en mi distracción, lo hizo y por mi falta de experiencia (¿o de agallas?) no pude hacer más que generar mi primera raya de amargura profesional.
A pesar de ese trago amargo, durante el Encuentro de hace dos años obtuve otras retribuciones que me han servido hasta ahora. Además de las interesantes y sustanciosas conferencias --donde pude darme cuenta que los conflictos creativos son más homogéneos y comunes entre los guionistas de lo que yo pensaba--, fueron las pláticas de pasillo las que más me nutrieron.
Ahí pude darme cuenta por primera vez en mi tierna vida de escritora cinematográfica que para poder salir adelante en esta carrera no basta con tener buenas ideas, saber escribir bonito, tener Final Draft  y no tener faltas de ortografía. Aunque para el lector idealista, intelectual y soñador suene ilógico, esas virtudes sólo son requisitos elementales, pero no determinan ni aseguran el éxito.
Recuerdo que el primer día del encuentro me senté, sin querer, junto a mi ex maestro del CCC y gran guionista, Jano Mendoza. Él acababa de ganar un importante premio internacional y yo quería que me develara el hilo negro de esa idea abstracta llamada éxito, así que entre conferencia y conferencia yo trataba de hacer migas con él. En una de esas pláticas de pasillo me dio uno de los dos mejores consejos que me ha dado un maestro/colega. Me dijo que…
“…Todo guionista debe tener a dos pilares fundamentales de su lado: a su terapeuta y a su agente.”
Yo me reí por aquello del terapeuta, sonaba demasiado Woody Allen (¿y quién en su sano juicio toma en serio a Woody Allen?), pero Jano lo decía en serio… muy en serio. Lo del agente me parecía irreal (aún me lo parece, lamentablemente)
El primer Encuentro terminó y yo me consideraba más guionista que nunca. Había encontrado a mi gremio y me sentía comprendida, acogida por el quejoso fatalismo que nos caracteriza. Ese año, a pesar de la estafa del productor del documental, aún tenía Fe en que con buenas ideas y escribiendo bonito me iba a ir de puta madre en esto… Pobre e ingenua escritora.
El tiempo pasó y mis rayas de amargura se fueron acumulando poco a poco. Trabajo gratis, contratos injustos,  tratos indignos, pocos frutos económicos, etc., eran algunos de los motivos culpables de mi desazón. ¿Qué estaba pasando? me preguntaba… ¿Qué estoy haciendo mal? ¿Es normal que escatimen en pagar un guión? ¿Será mi mala suerte por no haber nacido en Los Ángeles?
Mientras resolvía mis dudas comencé a trabajar de AD o de PA en comerciales y cortos, porque por esas actividades al menos me pagaban un poco más que de GA (o sea, guionista amargada).
Un día en plena desesperación recordé el consejo de Jano y a la semana siguiente fui a terapia. En las sesiones despotriqué contra mi infortunio geográfico y de no poder vivir de lo que más me apasiona, de lo frustrante que era pertenecer al rango más bajo en la pirámide cinematográfica y lo cruel que resultaba la vida en general… o sea, el melodrama completito. 
Como debe suponerse, el problema no era de suerte ni de las circunstancias. El problema decía Dr. Freud, estaba en mí,  porque antes del Encuentro, antes del consejo de Jano y antes de terapia, yo no era una escritora. No por falta de talento, sino por falta de autodeterminación. Como dicen por ahí…
 “…No me la creía”. 
El primer paso para ser escritor* es saberse escritor*; el segundo, mandarse hacer tarjetas de presentación para repartirlas y por último lo más importante: no dejar que la mente y los dedos se anquilosen por falta de disciplina, es decir, ponerse a escribir a pesar de las circunstancias.
Al arrancar el II Encuentro Iberoamericano de Escritores Cinematográficos parece ser que el panorama sigue siendo muy parecido al de hace dos años, las preguntas siguen siendo las mismas, las inquietudes de los nuevos guionistas no han cambiado mucho y las respuestas de los veteranos siguen sin responder a una situación concreta y realista.
Después de los discursos oficiales (IMCINE, UNAM y El Garfio), la escritora uruguaya Laura Santullo leyó un texto caluroso acorde a una escritora apasionada con su trabajo, donde además de complacer a los oídos de un auditorio ansioso por escuchar un discurso no oficial y formal puso sobre la mesa las preguntas que nos cuestionamos todos los guionistas y que yo resumiría en una sola cuestión:
¿Cómo lograr que el guión tenga el reconocimiento que se merece?
La primera conferencia magistral estuvo a cargo del dramaturgo Hugo Hiriart quien abusó de su reputación como gran narrador para darse el lujo de divagar por casi una hora sobre una serie ideas que lanzó como esporas sin tener un tema claro ni estructurado. Lujos de la reputación.
Entre lo que se puede rescatar de su magistral divagación es la invitación que le hizo a los presentes de tener una voz auténtica, tener una escritura que refleje  los propios intereses.
“Nadie sabe nada de nada, ni siquiera de uno mismo. La tarea del guionista es contar la vida y ésta es inagotable”.
Vio su reloj y se fue sin contestar coherentemente las preguntas del público. Bravo.
La segunda mesa estuvo presidida por Armando Casas, director del CUEC; Gustavo Michelena de Venezuela, Carlos Henao de Colombia. Gustavo Michelena me recordó la gran capacidad que tenemos los escritores de cine para reírnos de nuestra propia desventura. Con una sonrisa resignada dijo que los guionistas no somos considerados literatos por los literatos ni tampoco cineastas por los cineastas, por lo que vivimos en un limbo.
“Y como Benedicto XVI declaró inexistente el limbo, quiere decir que efectivamente no existimos”.
De la risa a la depresión, podría haberse titulado el panel, porque esa inexistencia ha existido por décadas y parece que no perecerá en un buen tiempo. 
La última mesa titulada El marco jurídico, económico, político y cultural  del oficio del escritor cinem…etc etc. A pesar de ser un tema relevante, las largas intervenciones durmieron a algunos asistentes; sin embargo, Víctor Ugalde, siempre coherente y combativo, resumió que cada día se están creando leyes más incluyentes para…
“…Vivir bien del fruto de nuestras obras. A veces se gana en la lucha, y a veces se pierde”.
Esto para terminar de deprimir a los guionistas presentes, ya que no hay nada más lejos de la realidad que pensar en que un sindicato o el conocer nuestros derechos son la panacea de nuestros problemas. Nosotros los nuevos, los jóvenes, los que todavía no vivimos completamente de nuestras obras el panorama que se vislumbra muy distinto.  
Y vuelvo a la pregunta de Santullo ¿Cómo lograr que el guión tenga el reconocimiento que se merece? ¿Con la autenticidad de la que hablaba Hiriart? ¿Saliendo del limbo y entrar al infierno de la lucha por ese reconocimiento? ¿Exigir contratos y pagos justo? ¿Con la lucha y unión del gremio?

En el primer día de actividades del Encuentro resultó un tanto repetitivo. Hiriart, antes de salir corriendo del Centro Cultural Tlatelolco, dijo que lo único que aburre es la repetición. Hace dos años en ese mismo escenario, con casi las mismas personas se habló de los mismos temas y se plantearon las mismas conclusiones. Igual que hace dos años, lo verdaderamente significativo del Encuentro son las pláticas de pasillo con los colegas, quienes plantean problemas más aterrizados en experiencias realistas, menos alejadas de la realidad de los escritores “en ciernes”.


Nuestra corresponsal inquilina responde al nombre de La Maga, (@lamagaoculta) y es la autora de éste y otros artículos que vendrán los próximos días, ¡no se los pierdan!

2 comentarios:

Tina Malgesto dijo...

Sólo por mera cultura general, Armando Casas ya no es director del CUEC. Actualmente, es Felipe Coria. Buen artículo!!

El inquilino dijo...

¡Gracias por la corrección! Saludos y gracias por leernos!

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