miércoles, 11 de julio de 2012

El inquilino invitado es el invitado guionista # 3

GUIONISTAS VS DRAMATURGOS-. 
Escrito por El vecino dramaturgo.
¿Cuál es el origen de esta disputa?  ¿Es en realidad una disputa o sólo una excusa para escribir un artículo? Creo que este conflicto tiene varias aristas, que, para los no entendidos en asuntos guionísticos ni dramatúrgicos, valdría la pena precisar…

La tradición dramática en Occidente es apabullante.
Hoy en día, el dramaturgo -el escribidor de libretos- está bien posicionado dentro de las artes escénicas y goza del reconocimiento como el principal autor de toda obra teatral.  Existen premios nacionales e internacionales avocados a reconocer: 1), obras novedosas  y 2), escritores con deslumbrantes trayectorias. Esta colosal tradición dramatúrgica aplasta un poco la incipiente (¿o aparente?) re-valoración que comienzan a gozar los escritores de otros ámbitos de la creación dramática, léase: cine, televisión e Internet.
Para nadie es una noticia que en la actualidad se consumen, en forma de libros, obras dramáticas de autores, sobre todo canónicos; no así, o al menos no en la misma proporción, guiones o libros cinematográficos -si usted prefiere-. Por supuesto, estoy a favor de quienes abogan por reivindicar la labor del escritor de medios audiovisuales. He comprado guiones de cine en librerías y creo que es una de las formas más saludables de mejorar la calidad de las películas (sobre todo las mexicanas).
Comprendo también, mas no comparto, el desdén con que la gente de teatro, al menos en México, ha visto y seguirá viendo a los guionistas: esa legión extraña, ese cúmulo de juntapalabras que a últimas fechas han levantado la mano para pasar por su rebanada del pastel, no sólo en términos de premios literarios, sino también en cuestión de escenarios, publicaciones y subvenciones del Estado (léase: becas para escritores).
Existe pues una real disputa entre dramaturgos de formación (gente que ha estudiado en escuelas de teatro) contra guionistas, dramaturgos por convicción (que se han formado en otras instituciones, como escuelas de cine, por ejemplo).
Los arribistas del guión son multifacéticos: pueden escribir el argumento para una serie de televisión, pueden corregir las escenas de un largometraje o… escribir una obra de teatro. Así de simple. Los dramaturgos de cuna los desprecian, tal vez con fundamento pues se parecen más a un zapatero muy diestro que trabaja tanto para la gente humilde como para los ricos hacendados: el guionista hace uso de su oficio como creador dramático y lo aplica donde le venga en gana -o donde le paguen bien-. El dramaturgo ortodoxo sólo utiliza la magia de su arte para la creación de obras absolutamente personales y trascendentales…
Sin embargo, esta polémica se encuentra sumida en una irrefrenable paradoja:
Por un lado, el cine y otros medios audiovisuales se encuentran mucho más cercanos a la gente, gozan de una envidiable aceptación entre las masas. Es innegable la devoción que siente el público por ver películas de toda índole. Y aquí está la primera parte de la paradoja: a pesar de la visibilidad que supone trabajar en un medio masivo, es sumamente difícil que un escritor -al menos en nuestro contexto- se pueda legitimar culturalmente (Bourdieu dixit), escribiendo guiones: los casos son excepcionales; es un número muy reducido -en relación con el número de películas que se han producido en nuestro país- e incluye nombres como... Arriaga, Arriaga… y Arriaga.
Ahora bien, el teatro, como espectáculo, es un dinosaurio en extinción. Se llevan a escena durante todo el año infinidad de obras; hay una gran oferta teatral, sobre todo en la capital del país. Sin embargo… ¿dónde están los espectadores? El arte dramático languidece; no hay compañía que no busque con ahínco llevar público a sus butacas.
Segunda arista de la paradoja: la dramaturgia, a pesar de ser un arte en desuso, legitima. Y legitima muy bien: los modestos concursos de guión a nivel nacional no se pueden comparar todavía con el prestigio y las sugerentes dotaciones económicas otorgadas por los premios nacionales de dramaturgia. Además, las instituciones oficiales siempre publican y difunden textos dramáticos, incluyendo -y a veces ponderando- los de autores nóveles, novísimos.
De igual modo, las subvenciones del Estado -cuyo objeto es propiciar la escritura- incluyen siempre la categoría de Dramaturgia al lado de disciplinas como la Poesía, la Narrativa o el Ensayo. Tal vez por ello sea tan atractivo para los guionistas, oficinistas dramáticos, el botín de la dramaturgia. Tal vez por ello los teatreros de casta sean tan celosos con éste, “su” arte.
…Esbozo ahora en mi mente la estructura dramática de una pieza en cuyo clímax, un grupo de escritores de medios audiovisuales copan las más altas vitrinas de la dramaturgia nacional… o, si se prefiere, un largometraje de corte realista que plantee la apoteósica y definitiva extinción del mundo de las letras, de esa terrible plaga llamada guionistas
Tal vez la solución para este dilema radica en el concepto de autoría.  Autoría vs oficio- se llamaría otro artículo-, porque ahí radica el desprestigio: el guionista está asociado con un oficio, con una labor creativa al servicio de alguien más, de un productor, un director; la labor del dramaturgo, por el contrario, se asume como un trabajo personal, auténtico, alejado de intereses externos -en principio-. En gran medida creo que así es. Si no, ¿para qué escribe un dramaturgo?
Es innegable la sensación de una efervescencia en el teatro en México -carente de público, pero efervescencia a fin de cuentas desde el punto de vista creativo-, la cual sería impensable sin el trabajo de sus dramaturgos, aunque sólo un puñado de ellos tenga auténticas voces autorales. Ahora bien, la pregunta que pone fin (o redimensiona) esta discusión es ¿el guionista es autor? ¿Hay autores guionistas en México? ¿El cine mexicano depende, en cuestiones de autoría, de sus guionistas?...No lo creo pero tengo derecho a equivocarme.

2 comentarios:

El inquilino dijo...

Para mí, cualquiera que escriba un guión es un autor, bueno o malo ya es otra tema, pero la cosa está clara: yo como escritor elijo en qué disciplina desarrollarme, y la escritura dramática es una de las más importantes a mi modo de ver. :)

Itzel Enciso dijo...

Hola vecino dramaturgo!
Me ha alegrado mucho leerle, otra visión del guión y la dramaturgia.
Caray, qué decir de la pelea por los términos, algo absurdo, según yo. Que sirve para las becas, legitimar y no sé cuánto más... me parece tan ridículo como un título nobiliario, que terminaba comprándose aunque no tuviera algo de "auténtico". Al final todo termina siendo una mezcla, más ahora, ¿será que nos cuesta adaptarnos a que no hay pureza en profesión, oficio o término?...

"...What’s in a name? that which we call a rose
By any other name would smell as sweet;..."
William Shakespeare

Querido vecino, hay algo en lo que coincido con el Inquilino, y es que para mí el guionista sí es autor.
No soy dramaturga, menos guionista... es probable que por eso tome con ligereza dichos términos, pero como lectora o espectadora, no me interesa cómo se nombren, lo que me importa es lo que leo o miro, lo que espero en ese momento es que se haya elaborado con pasíón, calidad y un impulso vital. Ya sé que mi idea es poco práctica y es cursi, y podríamos mencionar que sea ejecutado con pulcritud y oficio, pero esa parte humana, "alma" (por decirle de un modo), creo que es lo que distingue a repetir patrones, por eso podría decirles "autores" (quizá sea que soy una romántica y son más de las 3:00 de la mañana, así que también dudo de mí).

En fin, supongo que la historia y esa obsesión por clasificar, en algún tiempo dirá quién tuvo la "verdad relativa"... algo atemporal.

Ya divago. Me queda mandar saludos a los dos y esperar que sigan escribiendo, como dramaturgos, guionistas, aficionados, novelistas, poetas, autores... o como gusten ser nombrados... Será un placer seguir leyéndolos o mirando sus historias

Itzel Enciso

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